Arte y pensamiento ilustrado. La recuperación del pasado.
El siglo XIX es una época excesivamente compleja en la que se produce el nacimiento del mundo contemporáneo. Se inicia con dos estilos artísticos: el Neoclasicismo, el que impera a finales del siglo XVIII y principios del siglo XX, y el Romanticismo.
Este cambio tiene sus raíces en el arte
del siglo XVII y XVIII. En el siglo XVIII surge la revolución industrial,
que supone un vuelco en los sistemas económicos y sociales; así como
en el sistema político, transformando la vieja monarquía absolutista con el
estallido de la Revolución Francesas. Además, a lo largo del siglo XVIII
se produce un extraordinario desarrollo científico y técnico que tiene sus
fundamentos en el racionalismo y el empirismo. Como consecuencia de esto, se generaliza
la fe en el progreso.
Se produce un cambio radical en la
mentalidad cultural, desarrollándose la Ilustración.
Es un fenómeno de enorme complejidad, que está presente en todo el entorno
cultural occidental.
Los inicios de la Ilustración se
producen en la década de los años 20 del siglo XVIII. Aparecen las publicaciones de Voltaire o Montesquieu. La cima se sitúa a mediados de siglo, coincidiendo con
la publicación de la obra que encarna estos conocimientos ilustrados: la Enciclopedia (1751-1764).
Se produce una revisión y reorganización del saber
humano que repercute en el debate sobre el arte. Va a concluir con el
reconocimiento de la autonomía y la especialización de hacer arte.
En
1766, Lessing en su obra Laocoonte,
propone que la pintura tiene por objeto lo que existe en el espacio, los
cuerpos. La poesía se manifiesta en la sucesión del tiempo, en las acciones.
Ese reconocimiento de diferencia lingüística inculca una revalorización del proceso
de producción de obras, de los medio técnicos.
Si
se tienen en cuenta los aspectos técnicos, empieza a prestarse atención al
pasado artístico como una metodología nueva que se basa en el análisis
estilístico de los objetos en los que se contempla la diferencia del lenguaje
artístico. Se empieza una historia del arte orgánicamente concebida. Supone un
cambio en el concepto de arte.
Si
se entiende que el arte debe educar está claro que lo que no tenga este fin será
rechazado. En contra del arte precedente, rechaza al mundo rococó. Quién sea
capaz de elaborar ese arte debe estar dotado de principios morales adecuados,
deja de ser un artesano y tendrá un papel muy importante. Existe una valoración del mundo clásico, recuperar la
Antigüedad entendida como modelo de belleza y autenticidad. Se propone una
imitación de esa época. El arte clásico se debe entender como representación de los valores
morales de la sociedad que lo produjo. Lo que se debe imitar no es el resultado,
sino ese comportamiento. La recuperación de la moral lleva a la aparición del
arte al servicio de una sociedad nueva.
En
la búsqueda de la expresión adecuada de los ideales morales, la Francia
revolucionaria va a encontrar el referente más adecuado en la Roma republicana,
como ejemplo de civita, de moralidad
histórica. Se convierte en estímulo de la acción política y civil. En
esa estética en la que se materializa en el Neoclasicismo, lo bello coincide con lo
bueno, en términos de modalidad laica.
A lo largo del siglo XIX tendrá
importancia el concepto de la Academia (diferente al clasicista), es lo que
sigue fiel a las normas. Será el tipo de arte que siga obteniendo el respaldo
oficial de las instituciones oficiales durante el siglo XIX.
En el siglo XIX se desarrolla el arte
oficial y el otro arte. Se produce el cambio en el destinatario, debe educar al
ciudadano que surge de las revoluciones. Puede disfrutar y contemplar lo que
antes estaba destinado a una minoría. Hasta que no surja una clase media que
pueda adquirir obras de arte, el ciudadano debe tener la posibilidad de
observar estas obras, en las exposiciones y los museos. Museos que ahora son
instrumentos educativos (nuevas tipologías arquitectónicas).
- Monumento funerario de la archiduquesa Mª Cristina de Austria, 1798-1805. Canova.
Ss trata de una obra que se aleja de lo anterior, aunque mantiene algunas
reflexiones comunes. La disposición sigue siendo piramidal. Es una superación
del concepto de muerte religioso. Se separa de lo que se concebía como esta
fórmula religiosa. No es una forma arquitectónica en tres dimensiones, sino que es la
representación en dos dimensiones de una arquitectura, sirve a Canova para concebir una obra
estable e incorporar elementos de simbología de un gran valor y gran volumen.
Presenta una puerta a través de la
cual se puede acceder al interior, de dimensiones reducidas comparado con los
personajes. La adulta, es más alta que el tamaño de la puerta, por lo que debe
inclinarse para entrar en este lugar en la sombra. Es un tránsito dramático del
mundo de la luz al de las sombras. Este personaje adulto representa la piedad,
seguido por otro grupo integrado por tres personas: un anciano, un personaje de
edad adulta y un niño (las tres edades del hombre), que se encaminan al mundo
de la muerte. Aparecen subiendo la escalera, símbolo de la vida. Las escaleras
tienen una especie de paño fluido que puede representar el río de la vida. A la derecha, descansa sobre los escalones el genio de la muerte
con la antorcha hacia abajo apagada.
Encontramos la representación de
una arquitectura, y una serie de símbolos. Pero falta el sarcófago y la escultura
del difunto. Esto son unas fórmulas alternativas del mundo funerario. La
difunta está representada en la zona alta dentro de un medallón, sujeto por amores alados, y el rostro, a modo de camafeo, está dentro de un
círculo compuesto por una serpiente que se muerde la cola (representación de la
inmortalidad). También muestra personajes de bulto redondo, totalmente exentos.
Los personajes tienen una estética clasicista, con ideales clásicos, eliminando
cualquier aspecto de complejidad. También aparece el león. Todo está adornado
con guirnaldas propias del mundo griego.
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