viernes, 21 de diciembre de 2012

Joseph Turner



 Joseph Turner
El paisajismo inglés del Romanticismo tiene como máximos representantes a Turner y Constable.
Joseph Mallord William Turner nació el 23 de abril de 1775 en Londres. A los once años William se trasladó a vivir a casa de su tío en Middlessex, abandonando el barrio donde había transcurrido su infancia. Empezó en estos momentos a acudir a la escuela y a colorear grabados. En 1788 regresa a Londres y empieza a trabajar para un arquitecto especialista en acuarelas; su preocupación por el modelo real y la observación serán las líneas maestras de esta fase de aprendizaje. En esta etapa realiza varios viajes por tierras inglesas, obteniendo interesantes estudios que posteriormente le servirán para sus obras definitivas ya que Turner solía tomar las notas para sus cuadros mucho antes de realizarlos, incorporando a la obra definitiva la impresión que ha reconstruido la memoria.
En 1791 obtiene un premio de dibujo en la Royal Academy de Londres gracias a un paisaje lo que le llevó a decantarse definitivamente por esta temática. Dos años después conocería al doctor Thomas Monro, médico psiquiatra y gran amante del arte quien le ocupará en la copia de los dibujos que tenía en su colección. En la ejecución de este trabajo conoció a Thomas Girtin. Girtin dibujaba los contornos y Turner los coloreaba con acuarelas, iniciándose así una importante relación entre ambos jóvenes.
A los 20 años William empieza a trabajar al óleo mientras recibía las primeras críticas por sus acuarelas. En estos momentos también llegan los primeros encargos; debe pintar vistas de la campiña inglesa viéndose obligado a realizar continuos viajes para tomar bocetos y dibujos. Estos encargos de los nobles y aristócratas londinenses le van a permitir amasar una pequeña fortuna. Sus fuentes de inspiración estarán en la pintura de Rembrandt -de quien captará los contrastes luz/sombra-, Poussin, Claudio de Lorena y Dughet, pintores de los que obtendrá la sobriedad clásica que podemos contemplar en sus trabajos definitivos.
En los años finales del siglo XVIII, los cuadros de Turner son bastante oscuros, interesándose por el dramatismo y lo imponente de los temas como bien se puede observar en El lago de Buttermere o El castillo de Dolbadern.
En 1802 Turner viaja a Suiza pasando el otoño en París. En la capital francesa conocerá personalmente a Jacques-Louis David y visitará el Louvre donde tuvo la oportunidad de copiar a Tiziano, Rafael, Rubens y Rembrandt. El color como medio de expresión será su objetivo más inmediato en estos momentos por lo que buscó su inspiración en el museo francés. También realizará durante este viaje numerosos bocetos que utilizará en obras posteriores. Este mismo año de 1802 es elegido miembro de pleno derecho de la Royal Academy, en cuanto tuvo la edad requerida para serlo, aunque ya llevaba vinculado a la institución bastante tiempo.
Desde 1807 Turner se interesa especialmente por el color y por el empleo de fondos blancos para los cielos y el agua, otorgando así mayor luminosidad a los tonos claros. Esta nueva fórmula la podemos apreciar en Pescador saludando a un mercante. Algunas obras de las realizadas en estos momentos están tomadas directamente al óleo del natural, algo bastante extraño en Turner que prefería el lápiz o la acuarela para los apuntes, observándose aquí una clara influencia de John Constable.
En 1819 realiza su primer viaje a Italia ya que se le encargarían algunas acuarelas para ilustrar un libro. Pasó por Turín, Milán, Venecia, Roma y Nápoles, dedicándose a copiar obras de algunos maestros clásicos, especialmente Tintoretto. En Roma fue nombrado miembro de la Academia de San Lucas. Gracias a los pintores extranjeros residentes en la Ciudad Eterna, William se puso en contacto con los maestros del Quattrocento italiano: Mantegna, Masaccio, Botticelli, Piero,... De regreso a Londres en 1820 que ponía de manifiesto lo aprendido en este viaje a Italia en el cuadro titulado Roma vista desde el Vaticano donde hace un sensacional homenaje a Rafael.
Turner se convierte en la década de 1820 en el pintor preferido del gran público, de la aristocracia e incluso de la realeza. Sus paisajes son admirados por todos. El maestro se interesa en estos momentos especialmente por los efectos atmosféricos, la luz y el color, llegando a decir algún crítico de él que "Hay un pintor que tiene la manía de pintar atmósferas".
La estancia en Italia se va a repetir en 1828, pasando esta vez por París, Avignon, Florencia y Roma. Pintó asiduamente e incluso organizó una pequeña exposición en la Ciudad Papal cosechando un gran éxito de público, aunque no de la crítica. En febrero de 1829 Turner está de nuevo en Londres para realizar el Ulises, obra en la que emplea colores claros y luminosos gracias al estudio de las obras italianas del Renacimiento: Leonardo, Rafael, Miguel Angel, Correggio, ... Este mismo año de 1829 fallecía el padre del maestro.
A lo largo de 1831 Turner va a viajar por Escocia para contactar con su buen amigo Walter Scott a quien el pintor iba a ilustrar un libro de poesía. Al año siguiente se trasladará a París donde conocerá a Delacroix. Durante el verano de 1833 regresará a Venecia, una de las ciudades que le cautivará, realizando desde este momento un elevado número de escenas protagonizadas por la Ciudad de los Canales. En 1840 visitará por tercera y última vez Venecia, sintiéndose atraído por sus atmósferas.
Durante 1844 Turner presentaba en la Royal Academy su obra más famosa: Lluvia, vapor y velocidad, trabajo en el que recogía todas sus investigaciones respecto a la atmósfera, la luz y el color.
A partir de 1845 abandona su contacto con la naturaleza por lo que será duramente criticado, siendo sus cuadros cada vez más caóticos llegando incluso a tener que clavar un clavo en el marco para que se supiese cuál era la parte de arriba al enviarlos a las exposiciones. Compró una casa en Chelsea en la que vivió una larga temporada con Sophia Boot, haciéndose pasar por almirante retirado. En 1850 expuso por última vez en la Royal Academy. Enfermó en octubre de 1851 falleciendo el 19 de diciembre de ese año en su casa de Chelsea a la edad de 76 años.
A continuación, os proponemos que visiteis el siguiente enlace
http://www.museodelprado.es/pradomedia/?pm_subcat=12&pm_cat=5&pm_video=on&pm_audio=on&pm_interactivo=on
que os llevará hasta un juego interactivo del Museo del Prado dedicado a Turner. En él tendreis que diferenciar entre dos obras cual es la que corresponde a Turner.

Fuente: www.artehistoria.jcyl.es/

lunes, 17 de diciembre de 2012

La Batalla de Trafalgar


Fuente: Artehistoria

El hundimiento del Wilhelm Gustloff



Los grandes naufragios, con los pasajeros chillando por los pasillos, todos con sus chalecos y sus caras de angustia, el ¡las mujeres y los niños primero!, las miradas asustadas de miles de personas flotando en frágiles lanchas salvavidas sobre las frías aguas…son temas que suenan a pasado, a capitanes valientes que eran los últimos en dejar el barco, cuando no acababan “enterrados” con él, a señores con sombreros de copa y bigotes retorcidos, caminando de la mano de estiradas damas que lucían vestidos con corsé y grandes pamelas  y de orquestas que seguían tocando impasibles mientras, literalmente, el barco se hundía. ¿Quién no ha visto Titanic?

No es que se hayan acabado los accidentes y las grandes tragedias, es que éstas ahora son más modernas. Las que chillan ya no llevan pamelas sino uniformes de azafata, y no hay lanchas salvavidas para arrojarse por la borda. Son, en definitiva, tragedias adaptadas a los nuevos tiempos. Más rápidas, más movidas y, sobre todo, más de usar y tirar. Ahora ya no se van a pique grandes barcos con suntuosos y caros salones, con lámparas de araña y cuberterías de plata, los que se la pegan son aviones hechos en serie, con sus asientos a 30 euros para la clase turista y sus acabados en plástico malo.

Por eso, cuando estos días encendemos el televisor o leemos los periódicos algo no termina de cuadrar. ¡Se ha hundido un barco! ¿Cómo puede ser posible? ¿Con permiso de quién se ha saltado ese crucero 100 años de historia? Y, debido a ello, nos extrañamos de que el capitán no tuviese los férreos valores morales de Edward J. Smith, quien durante el hundimiento del Titanic mostró, como buen marino, el temple suficiente como para irse a pique con su barco.

El caso es que lo extraño de tal acontecimiento hace que ver a semejante mastodonte hundido en la pequeña isla de Giglio nos lleve a recordar ese hundimiento que permanece, muy ayudado por la industria del cine, en la memoria colectiva de todos nosotros. Y así, pensamos en el Titanic, con Kate Winslet subida en su tabla de salvación mientras Di Caprio se moría de hipotermia.

Y, al activarse ese pequeño resorte en la memoria, los medios de comunicación comienzan a recitar una larga lista de naufragios y barcos hundidos. El Titanic, como gran estrella, no puede faltar, pero también son célebres el Lusitania, torpedeado por submarinos alemanes durante la Primera Guerra Mundial en aguas cercanas al puerto irlandés de Kinsale, o el MV Doña Paz, hundido tras colisionar con un petrolero a finales de los 80 en aguas filipinas. Este último siempre nos es presentado como la mayor catástrofe naval de la historia, a veces matizada como el mayor naufragio, por número de víctimas, no militar.

Pero entonces cabe preguntarse. ¿Cuál fue el mayor naufragio, sin etiquetas, de la historia? Algo raro ha de ocurrir cuando tal hecho nunca es citado, ni tan siquiera tras el affaire de Schettino y su moldava, ¿no?

El problema no radica en que dicho naufragio fuese consecuencia de una acción militar, porque también el Lusitania fue víctima de un ataque con torpedos y en ambos casos hubo víctimas militares y, sobre todo, civiles. El problema es que esta catástrofe la causaron los buenos. Bueno, esos buenos que primero eran buenos pero después se volvieron malos malísimos y ahora vuelven a ser buenos, amigos de occidente y todas esas cosas.

Corría el otoño de 1944. La wehrmacht, debido al fracaso de los mesiánicos planes de su Führer, hastiada tras su larga y agónica campaña en tierras rusas, cedía terreno a pasos agigantados en dirección este. La fase europea de la Segunda Guerra Mundial tocaba a su fin y el Ejército Rojo se aproximaba, por primera vez desde que empezasen los combates, a territorio alemán.

En Prusia Oriental cundió el pánico. No obstante, las autoridades alemanas, obstinadas en su fanatismo, decidieron que el territorio patrio debería defenderse hasta el último metro y, por tanto, los civiles tendrían que quedarse.

Así, la evacuación de los mismos no se llevó a cabo hasta comienzos de 1945. En pleno invierno báltico, sin la cobertura de una marina de guerra efectiva y bajo el acoso de las fuerzas de la Unión Soviética, una serie de barcos de diseño civil fueron utilizados por la Kriegsmarine, la armada alemana, como convoyes de rescate para los desesperados prusianos.

Entre ellos estaban el Wilhelm Gustloff, el protagonista de nuestra historia, el desdichado navío que ostenta el dudoso récord del naufragio con más muertos, y el MS Goya, que ocuparía la segunda plaza (la tercera también es para un navío hundido por los aliados, en este caso el carguero japonés Zyunyo Maru, abatido por un torpedo lanzado desde el británico HMS Tradewind, muriendo más de 5.600 personas). 

 

A las 12:30 de la mañana del 30 de enero soltó amarras en el puerto de Gotenhafen, Prusia Oriental, y precedido de un dragaminas, el Wilhem Gustloff. Llevaba en sus entrañas a 1.656 militares y 8.956 civiles. El día transcurrió en tensa calma, pero al caer la noche un submarino ruso lanzó sus torpedos contra el indefenso buque.

A pesar de los esfuerzos de los restos de la marina alemana que se encontraba en la zona por rescatar supervivientes, más de 9000 personas perdieron la vida en las heladas aguas del Báltico.

Otros muchos los seguirían en los meses finales de la guerra. Y es que los buenos, aunque se empeñen en ocultarlo, fueron también copartícipes de las barbaridades de la contienda.

La construcción de un imperio


El NSDAP o Partido Nacional Socialista Alemán proyectó, dentro de su concepto de grandeza para Alemania y el III Reich, un nuevo tipo de arquitectura con la que se buscaba ensalzar y mostral al mundo los valores de la ideología nazi.



Fundamentalmente se trataba de una arquitectura grandiosa y robusta. Mostraba así los principales valores del nacionalsocialismo: el gusto por la fuerza, la belleza y la grandeza de la patria.

Inspirada en el arte clásico (griego y romano) buscaba emular su arquitectura en un estilo original, inspirado en el neoclasicismo y el art decó. Así, se erigieron sitios de culto para el partido como el Altar de la Victoria de Nuremberg, pero también otros más funcionales, como la terminal del famoso aeropuerto de Berlin Tempelhof. 

Como podemos apreciar en el vídeo, el plan de Hitler proponía expandir la nueva arquitectura hasta la mismísima capital, la ciudad de Berlín, donde se planeaba la reedificación de todo su centro y la construcción de inmensas obras. 

El principal diseñador y artífice de esta nueva tendencia arquitectonica fue el afamado arquitecto Albert Speer, del que hablaremos más adelante en este blog.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Carlos V en Mühlberg, Tiziano


"Carlos V en Mühlberg", Tiziano


Análisis del contexto histórico 

Este retrato ecuestre es uno de los más célebres de la historia y es la imagen exaltadora por excelencia de Carlos V. Fue pintado en Augsburgo en 1548, en conmemoración de la victoria del emperador sobre la Liga de Smalkalda en Mühlberg el 24 de abril de 1547.

La reforma luterana estaba creando una escisión no sólo religiosa, sino también política en el seno del Sacro Imperio Romano Germánico. Los opositores al emperador Carlos V formaron la Liga de Smalkalda – constituida en la pequeña ciudad alemana de Smalkalda entre diciembre de 1530 y febrero de 1531- y desafiaron la autoridad imperial.

La propaganda del imperio presentó la campaña contra la Liga de Smalkalda como un conflicto político y no religioso destinado a castigar a quiénes, como Juan Federico, elector de Sajonia y Felipe el Magnánimo, landgrave de Hesse, se habían sublevado contra su legítimo señor; y de hecho destacados nobles luteranos como Mauricio de Sajonia o los príncipes de Wittelsbach y Cleves apoyaron a Carlos y a su hermano, el archiduque Fernando (futuro emperador), en cuyo ejército eran mayoría los protestantes.

La batalla de Mühlberg tuvo lugar el 24 de abril de 1547 entre las tropas imperiales y las de la Liga. El ejército de los Habsburgo estaba compuesto por un total de 44.000 soldados de infantería a los que hay que añadir otros 7.000 de caballería que acabaron venciendo a las fuerzas de la Liga, de similares características.

Las crónicas cuentan que las tropas de la Liga estaban acampadas a orillas del río Elba, cerca de la localidad de Mühlberg an der Elbe, en el actual estado alemán de Brandeburgo, entonces el estado de Sajonia. Tras haber destruido los puentes que comunicaban con la otra orilla y considerarse protegidos por el caudaloso río, fueron emboscados por el ejercito imperial, que habiendo averiguado el emplazamiento del enemigo y aprovechando la nocturnidad, aniquiló por sorpresa el ejército de la Liga. Tras haber atacado, Carlos V mandó reagrupar al ejército para asegurar la victoria, en un claro de un bosque próximo al Elba. 

La Liga de Smalkalda quedó disuelta y sus jefes, Juan Federico y Felipe I de Hesse, encarcelados en el castillo de Halle. Carlos V salía triunfante del campo de batalla y reforzado en su poder imperial.

 Esta obra fue encargada, al parecer, por María de Hungría, hermana del emperador,  pasando a formar parte de las colección de pintura de la Corona española. El retrato ocupó un lugar de privilegio durante los siglos XVI y XVII ya que trasladaba una imagen épica y victoriosa de la dinastía reinante, la casa de Austria .

Según se establece en la mayoría de los inventarios estuvo situado en el conocido com "salón de los espejos", estancia que hacia las veces de salón del trono. Sufrió algunos daños durante el incendio del Real Alcázar en 1734. Finalmente en 1827 se incorpora, como ocurrirá con la mayoría de las obras de la colección real, al museo del Prado donde actualmente se expone.
Tiziano se plantea expresar una imagen muy directa del emperador, inspirándose en la crónica oficial de Luis de Ávila y Zúñiga, cuyo texto describe el tipo de caballo, las armas utilizadas (el arnés -obra de Helmschmid-), e incluso la peculiaridad atmosférica de la jornada. 

Carlos V va pertrechado al modo de la caballería ligera, con media pica y pistola de rueda en el arzón delantero de la silla de montar. Lleva una armadura, conservada hoy en dia en la Real Amería del Palacio Real de Madrid, realizada hacia 1545 por Desiderius Helmschmid (1513-1579), en cuyo peto, y como era habitual desde 1531, aparece una imagen de la Virgen con el Niño. Protege la cabeza con un morrión de tres crestas sogueadas cubierto por un forro de cuero de piel gris mate.